Los cambios en el clima y desastres asociados a repentinas inundaciones, glaciaciones o sequías están detrás de la destrucción de civilizaciones y la caída de grandes imperios. Uno de estos casos es el de la desaparición del Imperio Jemer en Angkor (Camboya), un poderoso reino que durante seis largos siglos se asentó en el centro del país asiático y se expandió por toda la región.
Un grupo de investigadores, liderados por Mary Beth Day, de la Universidad de Cambridge, asegura que un largo periodo de escasez de lluvias, unido al mal mantenimiento de las infraestructuras hidráulicas que montaron los jemeres están detrás de su debacle. Hoy, las ruinas de Angkor, declarada Patrimonio de la Humanidad, aun permiten intuir el espectacular esplendor de un periodo que sus habitantes dejaron morir.
Los milllones de visitantes que cada año se acercan al lugar no suelen fijarse en los complejos sistemas hidráulicos que los jemeres pusieron en marcha en la ciudad imperial. Canales, fosas, terraplenes y grandes depósitos, conocidos como 'barays' que, según las dataciones de los científicos, podrían haber sido construidos hace 1.000 años.
La red hidráulica que montaron los jemeres entre los siglos XI y XIII, y que funcionó hasta su caída en el siglo XV, llegó a tener 1.000 kilómetros de longitud en todo su territorio. En los 'barays' almacenaban todo el agua sobrante de las lluvias que caían durante el verano monzónico, que luego se utilizaba para irrigar los campos.
Hasta ahora, los historiadores han explicado la caída de los jemeres a factores como la guerra con los expansionistas de Siam y otros pueblos extranjeros, a la superpoblación, a la conversión de su emperador al budismo o a cambios en los patrones comerciales.
El estrés ambiental
Sin embargo, nuevas evidencias, como las que ahora se publican en la revista 'Proceedings of National Academy of Science' (PNAS), ponen de manifiesto que el estrés ambiental y, especialmente, una gestión del agua no adaptada a nuevas condiciones climáticas, tuvo mucho más que ver de lo que se pensaba hasta ahora.
El nuevo estudio refleja que en el siglo XIV, las tasas de sedimentación disminuyeron, lo que tiene que ver con que en la región desde finales de ese siglo y hasta los primeros años del siglo XV no se produjeron las lluvias del monzón, sequía que también se ha detectado en los anillos de los árboles en el vecino Vietnam.
"Nuestros resultados demuestran que fueron los cambios en el sistema de gestión del agua lo que se debe asociar con el declive del reino de Angkor en ese momento histórico", apunta el equipo de Day. Sólo hacia el siglo XVII el sistema volvería a funcionar, aunque para entonces el imperio de los jemeres ya era historia. En concreto, los científicos han detectado un incremento de arena sedimentada que prueba que durante muchos años entró poco agua en los depósitos.
"No podemos distinguir en qué porcentaje la falta de agua se debe al cambio en el clima y a la mala gestión humana de este recurso, pero lo que parece claro es que ambos factores actuaron a la vez", concluyen. Y, aún así, reconocen que el sistema de gestión hidráulica que iniciaron los jemeres es un ejemplo de una sofisticada tecnología humana que fracasó ante unas condiciones ambientales extremas.
En un planeta con una nefasta gestión del agua, este vistazo al pasado puede ser una lección en el que las consecuencias están a la vista: Angkor es hoy está en poder de los árboles que la invaden... y de los turistas.